sábado, 17 de septiembre de 2011

46 DE ACERTIJOS

En una guardia de 2º de la ESO, Ana, una alumna avispada me sorprendió con este acertijo ingenioso, sencillo y poético que hoy dedico a mis alumnos de 4º B:

A una tomatera me acerqué
en la que tomates había,
pero ni tomates comí
ni tomates dejé.
¿Cuántos tomates en la tomatera había?

Pd: Tampoco me llevé tomates en bolsas ni bolsillos, ni regalé tomates al vecino de al lado, ni llevé conmigo una batidora para hacer zumo de tomate, ni me fui a la tomatina de Buñol. Toda la información está en el acertijo.
¡Vamos, a despertar esas neuronas veraniegas!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

CUANDO PEDIR PERDÓN NO BASTA

Por pura lógica y sentido común, la Aguirre ha reculado y se ha retractado de sus falaces comentarios recientes, algo que por supuesto no la dignifica lo más mínimo. Y es que un político sólo quiere a un político, y con esto quiero decir que tras esta bajada de pantalones se esconde algo que yo sabía desde hacía días y a ella se lo han hecho comprender algo más tarde: pisó arenas movedizas, eligió el camino equivocado, y tiene que volver atrás como sea, no por los profesores sino por su propio bien.
Personalmente, a mí esa disculpa se me queda corta. Ni siquiera es verdad su frase de "los docentes trabajan más de veinte horas. También preparan clases fuera del aula". Señora Aguirre: las clases las preparamos cuando ya hemos trabajado cerca de cuarenta horas, fuera de nuestro horario. Debería usted haber dicho que trabajamos más de veinte horas, tal y como queda registrado en nuestro horario, tal y como pueden constatar nuestros directores e inspectores. O mejor aún, debería consultar con su delegada y declarar abierta y claramente cuántas horas exactas -y mínimas- trabajamos, porque más de veinte también puede ser veintiuna, y yo ya estoy harto de ambigüedades.
Ya son demasiados los patinazos, y ahora mismo no estamos los españoles para jugar a la goma elástica. Para estar en un sitio así, hay que valer, hay que saber escribir sin faltas, y ya de paso hablar idiomas, joder, que a los profes bien nos están apretando las tuercas para que lo hagamos y cumplamos el sueño de algunos idiotas de hacer una España bilingüe. ¿Queréis que España hable inglés? Como bien reflexionaba hoy un buen amigo mío, bastaría con no traducir películas y programas extranjeros en la televisión. No sé si funcionaría, pero a veces las cosas más absurdas acaban haciéndolo.
Tampoco puedo evitar sonreír al leer las excusas infantiles (¡"duendes de la tecnicalitis", habrase visto!) de la señora Aguirre con respecto a la famosa carta enviada a los profesores. Me recuerdan demasiado a las excusas de algunos alumnos, con el abismo que ha de existir entre un niño de la ESO y una presidenta de comunidad. Y es que el abismo existe: mis chicos posiblemente den lecciones de nobleza a cualquier pesetero acomodado de ese inframundo político al que habitualmente apoyamos con nuestro voto. ¿Por qué, si no, lo único que le preocupa es que la oposición aproveche todo este asunto para restarle fuerza? Hace un par de años, levantó la mano un alumno -para más señas de aquellos que no se dignan ni a traer cuaderno y lápiz- y me dijo:
 -Maestro, con todos mis respetos, está usted bastante colgado.
Yo lo miré seriamente, aunque por dentro me hiciera gracia. El chaval era un poco golfo pero majo.
 -¿Qué te parecería si, con todos mis respetos, me metiera con tu madre diciéndote que eres un hijo de...? -le pregunté.
 -Me molestaría -replicó.
 -Presentar respetos no suaviza lo que vayas a decir después -le dije-. Estás, pues, sancionado.
El chico asintió, reflexivo, aceptando el castigo (que a la postre haría como que me había olvidado y no lo pondría. Para mí fue más que suficiente con que lo entendiera y no lo repitiera. Y no lo hizo).
A esta nobleza es a la que me refiero. Las excusas no bastan. Con la modestísima educación que me dieron mis padres (obrero y ama de casa), a mí se me hubiera caído la cara de vergüenza cuarenta veces, me habría disculpado y dimitido (esa dimisión buscaría dar credibilidad a la disculpa) y me habría exiliado a una choza en la sierra. 
Pero claro, por desgracia para Madrid y para España, mis padres no la educaron a usted, señora Aguirre.

domingo, 4 de septiembre de 2011

LA EDUCACIÓN Y LA BOLSA DE FRITOS

Siempre he tenido la manía de hacer cuentas, casi hasta cuando duermo. Cuando tenía ocho o diez años y aún vendían chicles de peseta, existía en la tienda de chucherías un artículo de casi lujo que no siempre me podía permitir y me encantaba: la bolsa de fritos. Estaban buenísimos y no se derretían en la boca como los gusanitos, mucho más económicos y voluminosos.
Con un alarde de fuerza de voluntad infantil, a veces ahorraba durante una semana y gastaba cinco duros en una rica bolsa de fritos, cuyas tiras de maíz chupaba y rechupaba y cuya envuelta casi me sabía de memoria de tanto leerla.
Y entonces, un día, compré una bolsa y me bastó echarle un vistazo para mosquearme. Costaba cinco duros, pero la bolsa era diferente, ligeramente más pequeña. En efecto, al analizar el gramaje y recordar lo que tantas veces había leído, comprobé que la bolsa que tenía en la mano pesaba algunos gramos menos que la que solía comprar. A su vez, habían comercializado un nuevo formato de bolsa doble de grande que la anterior, pero que costaba tres veces más. Frustrado, impotente y sin que ninguno de los amigos a los que se lo contaba me hiciera caso, terminé por rendirme a aquella estrategia de marketing, y seguí comprando la bolsa de fritos pequeña (y en ocasiones, para feria, me daba un homenaje con la grande).
Pero pasaron los meses, y la bolsa grande menguó, y la pequeña lo hizo aún más. Y meses más tarde, volvió a ocurrir, y la bolsa grande costaba quince duros y pesaba lo que un par de años antes había pesado la bolsa con la que me había enganchado a los fritos.
Y, joder, ¡nadie a mi alrededor parecía darse cuenta!
Total, que me hice mayor y dejé de comprar fritos, pero me acordé de aquello.
Ahora, en Madrid y Castilla-la Mancha (por el momento) han empleado la técnica de la bolsa de fritos con los docentes. Primero te bajo el sueldo, luego te aumento las horas lectivas y te subo el sueldo un poco: en total, casi el mismo sueldo pero más horas de trabajo. Lo próximo será volver a ajustar el sueldo, y el círculo quedará cerrado.
Lo bueno es que, a diferencia de con un crío de diez años, esta técnica no pasa desapercibida con los profesores adultos, que ven cómo por enésima vez son apaleados por ineptos que nada saben de enseñanza. Basta entrar en un foro de opinión y leer. La gente opina que 18 horas lectivas es ridículo en comparación con el resto de trabajadores españoles. Los maestros incluso opinan que ellos trabajan 25 horas lectivas semanales. 
Siempre hay una diferencia notable entre lo que se muestra cara al público -sobre todo por parte de este gobiernucho orwelliano- y lo que se es en realidad. En este caso, las supuestas 18 horas lectivas aumentan notablemente si contamos guardias (obligadas), claustros (obligados), reuniones de departamento (obligadas), reuniones con padres (obligadas), tutorías con alumnos (obligadas), consejos escolares (obligados), equipos educativos (obligados), formación continua (obligada), actividades extraescolares (no obligadas, pero se hacen), corrección de exámenes, preparación de material, gestión de faltas, envío de cartas a los padres y otras burocracias imposibles, participación en planes y proyectos y otros muchos etcéteras que todos los profesionales realizan. Con todo esto, es raro el docente que no supere las cuarenta horas semanales, como mínimo. Me contaba un primo mío, también profesor, que en cierta ocasión se había molestado en anotar en una agenda todas las horas y minutos que dedicaba a la profesión, y la suma mensual había resultado tan escandalosa que se dijo a sí mismo que tenía que reducirse el tiempo que empleaba a esto y dedicar más a su familia.
Que a nadie le den gato por liebre. O al menos, que lo den pero que todos sepamos que nos dan liebre. Siguen vendiendo humo y desprestigiando la imagen del profesor de cara a la opinión pública. Siguen haciéndoles creer (¡menuda carta ha enviado la Aguirre a los docentes de Madrid!) que el esfuerzo es por el bien común y no sé qué más panfletismo de crisis, pero sigue habiendo muchas lagunas políticas, mucho gasto inútil en proyectos que han pretendido que nos parezcamos a una Europa que ya me gustaría a mí ver, y sobre todo, muchos planes educativos que no han hecho nada más que demostrar que tanto socialistas como populares han sido los causantes de todo lo malo que tiene en este momento la educación en este país. Ahora, al igual que siempre, a los políticos les toca echar balones fuera: es el primer mandamiento para ser alguien en los dos partidos mayoritarios de España.
Y lo hacen genial.
Mientras tanto, los perjudicados son los niños, como siempre, algo que me envenena muchísimo la sangre.
Puede que sea el momento de buscar alternativas a todo esto. Por ahora, aprovecharé para escribir y patalear antes de que alguna reforma en nuestra Constitución me lo prohíba, algo que tal vez no tarde en suceder.