sábado, 31 de diciembre de 2011

OPOSICIONES 2012, ¿SÍ O NO?

La política está que cada vez da más asco. Cada partido, grupo, sociedad, ente mira sólo y exclusivamente por lo suyo, y si tú tienes la suerte de caer en el saco del "suyo" del grupo político que se lleve el gato al agua, fenómeno. Si no, te comes una mierda y rezas para que las medidas te afecten lo menos posible y al menos puedas mantener tu trabajo, que no es poco.
La Junta de Andalucía (juntilla para los amigos, y cuidado conmigo porque es la mano que me alimenta) aprobó hace poco una convocatoria de oposiciones de enseñanza con 2389 plazas, algo que ya parecía increíble dados los tiempos que corren. Su estrategia consistía en proponer y esperar a que don Rajoy despropusiera. Poli bueno y poli malo.
Don Rajoy, en este caso doña sombra de Rajoy (¿cuándo ve esta mujer a su bebé? ¿qué hace con el excedente de leche mamaria?), ha dicho que la tasa de reposición ha quedado en un 10%, a diferencia del 30% que se había aventurado a proponer poli-bueno/Junta. 
Y aquí empiezan los tejemanejes políticos y las inseguridades de opositores. Existen unas plazas, denominadas "de consolidación", que quedan fuera de ese apartado llamado "de reposición". Más o menos hablamos de 1700 de consolidación y 700 de reposición. Tal vez la Junta esperaba que el nuevo decreto no hiciera referencia a estas últimas, dándole vía libre a convocar oposiciones con las 1700 de consolidación más unas cuantas de las otras. Total: más de 1900 plazas. 
Pero, según me manda Jose A., en el recién salido Real Decreto-ley 20/2011, de 30 de diciembre, de medidas urgentes en materia presupuestaria, tributaria y financiera para la corrección del déficit público   http://www.boe.es/boe/dias/2011/12/31/pdfs/BOE-A-2011-20638.pdf en su artículo 3, termina diciendo que "Esta limitación alcanza a las plazas incursas en los procesos de consolidación de empleo previstos en la disposición transitoria cuarta del Estatuto Básico del Empleado Público".
De modo que... ¿habrá oposiciones? Probablemente no. Y si las hay, el número de plazas no superará las trescientas y pico para todas las especialidades. En mi opinión, mejor dejar las cosas quietecitas y no fastidiar tanto a opositores.  Mucha jodienda para tan poco pastel.  De no haber oposiciones, los interinos blindados quedan contentos porque siguen en la misma situación y no tienen que pelear por cuatro plazas de mierda que olerán a chamusquina con nombre propio. Los interinos no blindados besarán sus estampitas de santos y vírgenes, porque evitan la siempre nefasta posibilidad de ser expulsados de las bolsas. Y para los nuevos opositores, coño, era casi imposible que sacaran plaza con tan poca previsión, de modo que también se les puede tener contentos abriendo bolsas de trabajo y permitiéndoles que entren en lista de espera (un objetivo goloso a mi parecer).
Lo lógico sería que no hubiera, pero lo lógico, como bien he dicho al empezar, no casa con lo político. Aquí es donde meten mano los sindicatos, que bien debieran defender los intereses de sus representados trabajadores pero que sólo defienden los intereses de sus trabajadores (que hay una diferencia: los últimos son los que conforman, cobran de estos y llevan las pegatinas en las solapas, y los primeros los que pagan las cuotas). Sin oposiciones, la necesidad de realizar cursos de formación se divide por mil. Sin esta necesidad, los ingresos de los sindicatos se divide por mil también. De modo que ahora viene el tira y afloja (llámese también paripé) de sindicatos con Junta-gobierno, cuando si todo el mundo fuera como debe ser, se les haría caso a los sufridos opositores, que a pesar de no tener voto (no literalmente hablando, por supuesto. Me refiero a circunstancias como las que acontecen), sí que tienen voz, tal y como indican las encuestas.
Por si el gráfico no es suficientemente explicativo, me he molestado en calcular y un 84% de los votantes NO quieren oposiciones en estas circunstancias.
A esperar novedades, señores opositores, y eso significa que a esperar cualquier cosa de la Junta. Como reza el dicho, cuando un tonto toma un camino, se acaba el camino y sigue el tonto.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

LANG LANG EN EL ROYAL ALBERT HALL DE LONDRES

Paseando por la puerta del Royal Albert Hall de Londres vimos un cartel que anunciaba la actuación del pianista Lang Lang, una leyenda viva de tan solo 29 años. Como el mundo es todo coincidencia, ya en nuestra querida patria me hallaba yo aburrido de zapear (es algo que hago sin pensar pues hace años que perdí la esperanza de ver algo bueno en la tele por la noche), cuando acabé deteniéndome en teledeporte. ¿Y qué tiene que ver un canal deportivo con este genio del piano? Emitían una competición de patinaje artístico (¡bello deporte!) y me embobé escuchando el piano hipnótico, casi un arpa celestial, que acompañaba los gráciles movimientos de la pareja de patinadores. Como no tengo un iphone para plantarlo delante de la tele y que me diga qué canción suena -y porque dudo que la susodicha aplicación (Shazam se llama) sea capaz de dar en la tecla con cierto tipo de música-, esperé impaciente a que un golpe de suerte hiciera que la presentadora del programa dijera algo de la música, algo que a veces ocurre.
Dicho y hecho. En mi caso, pensado y dicho. La comentarista dejó en segundo plano la casi perfecta actuación de los patinadores para adelantarse y decir que la obra tocaba se llamaba "Luna de otoño sobre un lago calmado" (autumn moon over a calm lake), interpretada por Lang Lang.
Os la dejo, y no digo más. Bueno, sí, pero cuando acabe.




Qué cabrón.

jueves, 8 de diciembre de 2011

CRÓNICA DE LONDRES

Lo cierto es que tres días bien aprovechados pueden dar mucho de sí. Llegamos a Londres el sábado a las 00:00 y nos encontramos con nuestro primer contratiempo: el conductor que nos debía estar esperando para llevarnos al hotel no estaba. Llamamos a la compañía (Penguins Ltd, que nadie la contrate jamás) y después de cuatro libras en teléfono y una hora de tira y afloja, el encargado nos dice que nos busquemos la vida. Al final cogimos dos taxis y nos plantamos en el hotel a las 2:30 am, con el tiempo justo para irnos a dormir.
El primer día visitamos el British Museum, la National Gallery, Covent Garden (me encantó el ambientillo de día) y acabamos dándonos un paseo por el Big Ben, la abadía de Westminster y el County Hall, en el que había otro mercadillo nocturno con infinidad de puestos de comida muy especiada. Nos echamos una Guinness, cena rápida y a la cama, que estamos reventados.



El segundo día empezamos cogiendo el metro hasta St. James Park para acabar en el palacio de Buckingham. Una vez allí, como eran las 10:50, decidimos ver el cambio de guardia pero nos dimos con un canto en los dientes. Lo único que vimos fue la versión morena de Marge Simpson dando paseítos exagerados en su garita. Resulta que el cambio de guardia se hace en días alternos, y al parecer aquel era el día en que no. A tomar porculo cambio de guardia. 

Desde allí nos fuimos al museo de historia natural y al museo de la ciencia. Muy bien el primero y genial el segundo. Al salir, nos dimos un paseo por las cercanías del Albert Hall, comimos Fish & Chips y nos subimos a Notting Hill. Tras un breve paseo, cogimos el metro hasta Picadilly Circus para tomarnos un té, pasear por Chinatown y el Soho y acabar echando unas Guinness en un pub cercano a Covent Garden en el que acabamos confraternizando con los bebedores de la zona.
Con pocas cosas ya pendientes, al tercer día nos fuimos a ver el Imperial War Museum, en el que hay una exposición realmente impresionante (si es que este adjetivo es apropiado) acerca del holocausto judío. Después nos fuimos a visitar la Torre de Londres, el puente y la Catedral de S. Paul (sin tiempo para entrar, sólo visitando por fuera), desde donde volvimos a Chinatown a comernos un menú buffet y descubrir que los chinos londinenses son más desagradables y desconfiados que los chinos españoles, y que ni siquieran te dan flan chino de postre. Como vengan los ingleses a algunos de nuestros Wok, alucinan seguro.
Para terminar, echamos parte de la tarde en el maravilloso mercado de Camden Town, para acabar en Harrods. Yo no quería ir, pero finalmente tengo que reconocer que el sitio es una pasada. Nos metemos en un pub y descubro que mi pronunciación en inglés es penosa. Pido dos medias pintas de Guinness y otras dos de Murphy's. La camarera me lleva al otro lado de la barra, me ofrece una cesta con magdalena y me dice que elija dos. Yo, todo obediencia y sumisión, las cojo pensando en lo majos que eran allí, que me regalaban una magdalena por cada dos cervezas. Al rato, y viendo que no me llegaban las Murphy's, observo que en el envoltorio de la magdalena pone "Muffins". Total, que después de algunas risas y torpes disculpas por mi parte, conseguí que me la simpática camarera me cambiara las dichosas magdalenas por dos birritas que ni siquiera eran para mí. Moraleja: no pidáis Murphy's en Londres, que no hay en casi ningún sitio. Pedid Guinness, y el que quiera otra que se la pida él.
Amanecimos el día del viaje de vuelta con mucho ajetreo, pero el tiempo suficiente para volver a dar una vuelta por el Big Ben y comprar una bolsa de cacahuetes para dar de comer a las ardillas.
Una Guinness más (y van un buen puñado) y ponemos rumbo al aeropuerto.

Me ha sorprendido Londres. Una ciudad encantadora a la que pienso volver.