Politizar la educación y volverla partidista siempre ha sido un error. El subnormal de turno accede al poder y cree que dándole una vuelta de tortilla a todo, basándose en su juicio personal, puede arreglar la mala situación por la que está pasando el sistema educativo español. El político del Opus cree que con más religión se alcanzarán más valores, el de letras que hace falta más humanidades, el de ciencias que más matemáticas, el imbécil que más ciudadanía, el pedagogo que más palabritas bonitas, y el que no tiene ni idea de nada simplemente regala ordenadores y se apresura a salir en la foto. En política cagarla está permitido. Lo que no está permitido es reconocer el error y recular.
Como los resultados de semejante despropósito no son los esperados, nuestra clase política idea una forma de maquillarlos (¡como si se pudiera maquillar la ignorancia!), y crea un maquiavélico Plan de Calidad consistente en incentivos y buenas palabritas pero que esconde una única verdad: tú aprueba a más niños y rellena más papeles que yo te unto el bolsillo a cambio.
Como bien expliqué en artículos anteriores, el dichoso plan se ha dado una y mil veces de frente con el profesorado, que en plan irreductible galo sin poción mágica aguanta los embistes de niños malcriados, padres con poca vergüenza, inspectores politizados y en general de parte de la opinión pública, continuamente encendida por declaraciones de políticos gañanes y mamandurrios.
A pesar de que muchos centros educativos se han opuesto a este engendro sin sentido, otros han sucumbido, bien por la avaricia o bien movidos por los deseos de los pobres interinos, pececitos que han picado ese anzuelo tendido por la administración y que tiene a bien llamarse continuidad. En cuanto uno pica, todos deben picar. Ya nadie se puede quedar atrás, y por ello todo el mundo quiere pertenecer al Plan de Calidad, independientemente de lo que en éste haya que hacer.
El problema surge cuando el Plan está en marcha. En plena crisis financiera, si te doy por un lado un euro, te tengo que recortar dos por el otro. Se trata de un mal karma, pero es lo que hay. Según datos oficiales, el presupuesto para mantener el Plan de Calidad es de 460 millones de euros en cuatro años. Más o menos unos 115 millones de euros al año, que se van a repartir entre funcionarios que no hacen nada fuera de lo habitual y organizaciones que gestionan todo y se llevarán su buen pellizco.
Si añadimos los 92 millones presupuestados para el programa de Cultura Emprendedora (¿pero qué coño es esto?) para cuatro años, en total hace unos 138 millones de euros al año tirados a la basura.
Ya no entro con el gastazo en pizarras digitales, el invento más inútil y caro que se ha llevado al aula (1500 euros por un aparato que sólo se usa como cañón proyector + altavoces. Se podría sustituir por un kit de éstos con sólo 300 euros) , y el hecho de haber regalado portátiles a los niños en primaria.
Me guardo la comparativa para el final. Este año se ha estimado en 4500 el número de funcionarios interinos que han dejado de trabajar por culpa de la subida de 20 horas. Pongamos que cada interino supone un gasto de 25.000 euros anuales a la administración, y creo que tiro en media a la alta (los que más por lo que no trabajan todo el año). 4.500 X 25.000 = 112.500.000. Vamos, 112 millones de euros al año costaría devolverles el trabajo y el futuro a nuestros interinos. Algo menos que los 138 millones que se esfuman año tras año, robados legalmente por sinvergüenzas y oportunistas.
Con esto, mejoraría notable y visiblemente la calidad. No tendríamos que esperar un mínimo de 15 días para que manden a un profesor sustituto. Las ratios de alumnos en clase descenderían considerablemente, bajando de esos malditos treinta y muchos por clase. Esto es calidad, y lo que venden por ahí no es más que humo y palabras.
¿Que quieren que sigamos con nuestras 20 horas lectivas? Resulta agotador, lo confieso, pero los profesores no vamos a llorar por ello. Que nos dejen nuestras 20 horas, pero que se empleen los fondos en mandarnos más profesorado que sería recibido en los institutos como agua de mayo.
Vergüenza me da que, a día de hoy, todavía escucho voces de profesores diciendo que tendríamos que aceptar el Plan de Calidad, que muchos están cobrando el dinerito haciendo el mismo trabajo que nosotros.
O cambiamos el chip, o mal vamos.
Que no jodan más a los interinos, por Dios.
2 comentarios:
Cuando he ido escribir mi comentario, ponía "Sin Comentarios". Pues eso, que hay pocos comentarios que hacer a su entrada, que tiene usted más razón que un santo, amigo Amaro.
Y a esos compañeros que "animan" a cobrar el soborno de la calidad, hay que recordarles el viejo adagio de Roma traditoribus non praemia. O lo de José Mota, las gallinas que entran por las que salen. El soborno que ellos cobran son los recortes que sufrimos todos.
Lo de "sin comentarios" a veces me sorprende. Entre ayer y hoy han sido cerca de 100 los que han entrado para leer esta entrada. Simplemente, la gente es tímida, o vaga, o qué sé yo.
De cualquier forma, y aunque sólo sea para leer sus dichos romanos, sus aportaciones siempre resultan enriquecedoras, Mondays.
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