La pesadilla se ha hecho realidad. En plena crisis económica, con cuatro millones de parados, estando dentro de un túnel tan largo que ni siquiera se ve la salida, a los políticos no se les ocurre nada más que la genial-brillante-cómonolapenséyoantes-visionaria idea de regalar ordenadores a los niños.
Ya está todo arreglado. Regalemos los ordenadores, cambiemos crisis por felicidad infantil, y si los profesores deciden no usarlos en clase, entonces el problema, la responsabilidad y la ineptitud es de los docentes, que no saben hacer su trabajo.
Antes de enumerar los inconvenientes que esto arrastra, me gustaría comentar unas cuantas cositas que he oído por ahí y que por supuesto ya sabía que iban a ocurrir.
En primer lugar, y a pesar de casi vivir en una burbuja, me dijeron hace unos días que se estaban vendiendo algunos de estos netbooks en mercadillos de Granada. El negocio ha empezado, y estoy seguro de que no es la primera noticia al respecto que vamos a tener.
En segundo lugar, acabo de leer una noticia un tanto antigua del ABC digital de abril de 2010. El titular reza "ordenadores de la Junta a cambio de droga". Para quien no quiera leerlo completo, lo resumo diciendo que la policía nacional había encontrado algunos de estos ordenadores en casas de narcotraficantes, deduciendo que los netbooks se estaban empleando como pago a cambio de dosis de droga. La misma noticia acaba con un "Precisamente en las proximidades de la citada barriada se encuentra otro punto donde también se piensa que se puedan estar vendiendo ordenadores de la Junta: el rastro", y con una defensa de la Junta, que alega que los ordenadores no se pueden usar para uso no escolar.
Me río de esto último. Hay que ser hipócrita. O estúpido. Yo me quedo con hipócrita.
Si aún se cree que todo se ha hecho por el bien de la educación, intentaré explicar por qué creo que un ordenador personal en el aula no es más que un estorbo.
1º) Es imposible que TODOS los niños lleven su ordenador. Ya es difícil que todos lleven el libro, y éste es fácil de compartir, así que imaginad cuando haya robos, rupturas de terminales, zumos que se caen sobre teclados, baterías que se agotan y demás.
2º) Es un peso innecesario y una responsabilidad que ata al niño a sus pertenencias.
3º) Aún no hay software suficientemente bueno, gratis y testado para dar salida a todas las necesidades existentes. Y no, en este punto que no me digan que yo, como docente, tengo la obligación de generarlo.
4º) El ordenador es una fuente de tentaciones y entretenimientos. Pide que abran una página y hagan los ejercicios que en ella hay, que más de la mitad empezarán a ver vídeos online, jugar al bruto, mandarse mensajes en el tuenti criticando lo aburrido de la clase o simplemente hacerse un solitario si no tienen conexión a internet.
Lo dicho. Yo no quiero ordenadores. Por mí, que los pequeños se lo queden en casa, que más provecho sacarán desde allí después de haber aprovechado mis clases.
Por favor, necios políticos. Dad la cara de una vez, reconoced los errores, reculad cuando toque (o sea, caminad hacia atrás durante los próximos, digamos, diez años), y no la caguéis más. Sería mucho más fácil todo si a los profes les prestan los ordenadores y les colocan un cañón proyector con altavoces por aula. Haría falta sólo una trigésima parte de la inversión, sería mucha más efectiva, el material no se degradaría tanto, y los conflictos en clase serían nulos.
¡Oh, qué fácil se ve la vida siendo un don nadie como yo!