Tenemos el 2013 encima... sólo seis horas faltan para las campanadas. Aún no cantaré victoria, pero muy mal se tienen que dar ya las cosas y muchos mayas tienen que venir para que no viva para verlo.
Llevo mucho tiempo observando que esta crisis no es sólo económica. Es una crisis de ideas, una crisis de pensamiento, una crisis de miras. Es una crisis arraigada en lo más profundo de nuestros seres y abonada con falta de criterio en muchos casos y un poco de derrotismo en los demás.
Escuchamos o leemos cómo las ayudas dadas a los bancos españoles podrían haberse utilizado para salvar a cientos de miles de familias, que a su vez darían el dinero a los bancos para saldar sus hipotecas. El fin sería el mismo, los bancos tendrían su dinero. El medio ayudaría a muchos. ¿Qué falla? ¿Tal vez interese tener a las familias hipotecadas? Dejo la respuesta en el aire.
Escuchamos o leemos que todas las ayudas dadas para salvar bancos en todo el mundo (4.6 billones de euros) superan en más de 90 veces la cantidad de dinero con que la ONU estima que se podría erradicar el hambre en el mundo. ¡Una utopía que estaba al alcance de la mano! ¿Qué falla? ¿Tal vez interese tener a las personas pasando calamidades? ¿Tal vez interese que medio mundo sea esclavo del otro medio? Dejo la respuesta en el aire.
Vemos cómo recortan libertades (sí, he dicho libertades) cuando la justicia sólo queda al alcance de los poderosos. Al menos dejemos de llamarla justicia.
Vemos cómo nos venden que nuestro sistema sanitario es insostenible, y por ello encarecen medicamentos, reducen personal, marginan a inmigrantes, señalándolos indirectamente como consumidores causantes de parte del desastre... ¿Para qué tantos años de luchar por igualdades, es que acaso no se aprendió nada de la Segunda Guerra Mundial y otros momentos de la historia que a nada bueno llevaron?
Comprobamos en nuestros huesos cómo los jóvenes se masifican en las aulas tras haber permitido que miles de profesores interinos queden en la calle mientras se despilfarran millones de euros en portátiles absurdos, pizarras digitales que en un par de años serán piezas de desguace y planes de calidad que muchos han secundado para, espero, vergüenza propia.
Y ahí están vuestros hijos, con sus smartphones de última generación, sus consolas, sus videojuegos, sus excesos de fin de semana, sus zapatillas caras, no sabiendo lo que es un libro, teniendo más de lo que pueden, viviendo aún la vida que vivíamos antes de que nuestro garrulismo se hiciera evidente.
No valen excusas. No somos Roberto Benigni ni esto es "La vida es bella". Intentar blindar a nuestros jóvenes, intentar que pasen por este mundo de mierda subidos a una alfombra de pétalos en el aire es un acto de amor, un acto poético, un acto que dignifica a un padre. Pero también es un acto de cobardía que hará que la conciencia social jamás llegue a despertar. Ellos son un futuro que ya está ahí: preparémoslos para sanear esto, y si cuando ellos sean los amos del mundo ya está todo saneado, preparémoslos para que la historia jamás se repita.
Ya que nuestros abuelos lo sangraron, y nuestros padres lo sudaron, no terminemos de perderlo todo, pues caso de que ocurra nuestros hijos volverán a sangrarlo si los mantenemos en ese caparazón.
Ya que nuestros abuelos lo sangraron, y nuestros padres lo sudaron, no terminemos de perderlo todo, pues caso de que ocurra nuestros hijos volverán a sangrarlo si los mantenemos en ese caparazón.
Y precisamente eso es lo que necesitamos. Un despertar común. Que una palabra pase de boca en boca. Que un mensaje se empiece a convertir en clamor, y que poco a poco consigamos que nuestras voces conviertan a un grupo de insurrectos culturales en legión.
Es mi deseo para 2013. No hay felicitaciones.
Sólo un deseo.