El tercer relato de "Dioses y corderos" es el primero que dará alguna pista a los lectores espabilados de la conexión que estos tienen entre sí.
Un hombre que viaja en tren se encuentra cansado y decide aprovechar una parada para bajar unos segundos y tomar el fresco. El tren se pondrá en marcha sin él, y pronto descubrirá que en la estación en la que se han detenido no hay absolutamente nadie.
Os dejo un minúsculo fragmento:
Os dejo un minúsculo fragmento:
Con un fuerte
ruido a globo desinflado, el tren se detuvo y él apretó el botón rojo para
abrir la puerta que daba al exterior. Cuando iba a descender los escalones, una
mano lo agarró del brazo, deteniéndolo y obligándole a mirar hacia atrás.
—No bajes —le
dijo un hombre delgado y mal afeitado—. El aire está viciado ahí fuera.
De nuevo se trata de un relato duro, con un único protagonista en una situación extrema.
Una historia que no dará tregua. Una historia en la que cada página te revelará, querido lector, un horror aún más grande que el anterior.
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